Un anciano vivía con su hijo en un fuerte abandonado en la cumbre de una colina. Un día, perdió a su caballo. Los vecinos acudieron a mostrarle su pesar por esta desgracia,
Y el viejo pregunto: ¿Cómo sabéis que es una desgracia?
Unos días más tarde, regresó el caballo, seguido de varios caballos salvajes, y los vecinos acudieron esta vez a felicitarlo por su suerte, a lo que el anciano respondió:
¿Cómo sabéis que es una suerte?
Rodeado de tantos caballos, el hijo se puso a montarlos y un día se rompió la pierna. De nuevo, aparecieron los vecinos a mostrarle su pesar y el anciano respondió:
¿Cómo sabéis que es una desgracia?
Al año siguiente, hubo una guerra, y como el hijo del anciano estaba cojo, no tuvo que ir al frente…